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Gastamos menos en alimentos para pagar más en luz

Las variables más utilizadas en los análisis sobre la evolución de la economía son el PIB y el empleo. Sin embargo, para conocer cómo afectó la crisis a la vida de las personas, la mejor variante es, sin duda, el gasto de los hogares.  El Instituto Nacional de Estadística (INE) elabora anualmente la Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF) en la que informa del gasto medio por hogar con datos desagregados para las diferentes comunidades autónomas. La última disponible es la del 2014 y permite conocer el impacto de la crisis en el nivel de vida de las familias gallegas, tanto en la cifra total del gasto familiar, como en su distribución en los 12 grupos en los que se distribuye ese gasto.

El primer dato, la cifra global del gasto medio por hogar, demuestra el deterioro en el bienestar de las familias en estos años. En el 2009, el desembolso por hogar  alcanzó su máximo en Galicia con 28.982 euros mientras que en el 2014 fue de 25.921 euros: una caída de 3.061 euros que muestra el duro ajuste que han tenido que soportar las familias,  un retroceso del 10,6 % del gasto en valores nominales, esto es, sin tener en cuenta el aumento de los precios.

Pero hay más, porque desde el 2009 al 2012, los precios medidos con el Índice de Precios al Consumo (IPC) aumentaron el 9 %, de tal forma que en términos reales el desplome del gasto fue del 20?%. Dicho de otra forma, en el 2014, las familias gallegas han dejado de gastar casi 1 de cada 5 euros de los que disponían antes de caer en recesión. Un dato preocupante es que en ese año sigue este proceso de deterioro, porque a pesar del aumento del PIB y del empleo, el gasto se retrae el 0,7 % en comparación con el 2013. Esta es la respuesta a la pregunta de porqué la gente no aprecia la recuperación de la economía: porque aún no llegó a sus bolsillos.

 

Hay que destacar que Galicia se mueve en valores muy próximos a lo que sucedió en la media española, porque la caída del gasto es un fenómeno generalizado en todo el Estado, aunque existen algunas diferencias territoriales.

Un segundo paso en el análisis es el conocimiento de su composición interna, esto es, en los 12 grupos en que la encuesta distribuye el gasto. El patrón de comportamiento general es que las familias han gastado menos en casi todo, pero lo que más han reducido han sido los gastos más prescindibles o aplazables, mientras que en otros la reducción es menor e incluso hay dos grupos de gasto que se incrementan.

La primera renuncia de las familias ha sido el gasto en tres categorías: los gastos en mobiliario, en ocio y cultura y en artículos de vestir y calzado. En estos tres grupos la caída está próxima al 30 %. Un segundo escalón en los ahorros lo forma el gasto en hostelería y  las comunicaciones (telefonía sobre todo)  que se reducen entre el 16 % y el 20 %.

A partir de aquí, los recortes en el gasto son más difíciles porque empiezan a afectar a los productos básicos. Un ejemplo es la alimentación, con una caída del 11,6 % que, sin embargo, es el grupo que más retrocede en valores absolutos. Este grupo de gasto es el segundo más importante en el consumo familiar porque se destina a la compra de alimentos el 17 % del gasto total y por eso, -aunque en términos relativos su caída está por detrás de la mayoría- en cifras absolutas alcanza el mayor recorte: 587 euros menos que en el 2009.

Pero lo más sorprendente en la evolución de este capítulo es lo que sucede con el grupo que engloba el pago de la vivienda, el agua, la electricidad y el gas. Este capítulo es al que se destina el mayor porcentaje de dinero disponible y lejos de disminuir ha aumentado en estos años. La razón es evidente: la subida de la luz y de otros recibos ha sido tan importante que cada hogar ha tenido que destinar 530 euros más de media, el 7,2 % de incremento, para pagarlos. El resultado de este incremento es que las familias tienen que dedicar casi 1 de cada 3 euros a pagar el alquiler y los recibos de su casa.

Por último, están los dos grupos que se corresponden con servicios básicos, pero que tienen una provisión pública que cubre buena parte de su coste: la salud y la educación. Aquí se notan los efectos en los recortes en el gasto público que obliga a las familias a asumir el coste de lo que deja de pagar el Estado. En educación, los pagos han crecido el 33 % en estos años, aunque expresado en cifras absolutas la cantidad es de solo 62 euros más al año, porque en su gran mayoría es educación publica gratuita. En el caso de la sanidad sí que hay una reducción, pero es de solo el 4,6 %, muy por debajo de lo que sucede en el resto de los grupos.

En síntesis, la aguda recesión que sufrió la economía española ha provocado una caída en los ingresos de los hogares, tanto por la pérdida de empleo como por la devaluación salarial, y en consecuencia las familias se han visto obligadas a reducir su gasto en una cifra muy importante, el 20 % en términos reales. Una restricción que se distribuye de forma desigual entre los 12 grupos de gasto: es más intensa -el 30 %- en los bienes de consumo más prescindibles y menor en otros como la alimentación, que cae el 11,6 %.

En este escenario de retroceso generalizado es destacable el importante aumento del gasto en la vivienda  electricidad y gas incluidos- que refleja el encarecimiento de estos servicios. Por último, las familias tienen que gastar más cubriendo servicios como la educación que sufren el recorte en el gasto público.

 

Fuente: La voz de Galicia

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